Lo que no dice el diario ni la radio...
Todos los días se sienta en una simple silla de su cuarto, no hace más que leer el diario o escuchar la radio. Sólo sale para comer o caminar un rato por el parque. Vive en un edificio en el que tiene muchos vecinos, algunos muy ruidosos que le complican poder escuchar sus programas favoritos o concentrarse en la lectura. A veces opta por escribir sus opiniones sobre los artículos que lee, pero hasta ahora no ha enviado nada. Una vez escribió cuando leyó que una mujer que él conocía había muerto. También se manifestó sobre el artículo que hablaba sobre un golpe de estado en la Luna, ya que este tema lo mantuvo fascinado durante varias semanas. La radio también le proporciona noticias de lo más extravagantes, pero no tiene medios como para comunicarse ya que no tiene teléfono. Le pareció muy gracioso cuando dijeron en su programa favorito que se había pagado una suma desopilante por un cuadro de Salvador Dalí, que resultó ser falso.
Afirma ser el hombre más informado de todo Madrid y sabe que su nombre, Paco,algún día será reconocido por los periodistas. Esta mañana está inspirado. Se sienta en su rudimentario escritorio a escribir. Paco no sale nunca a la calle, por lo que no puede escribir una noticia que no haya leído o escuchado previamente. En vez de eso escribe sobre su otra pasión, Jimena. Ella siempre pasa a visitarlo al menos dos veces al día y se asegura de que se encuentre bien. Con ella en mente, se dispone a escribir un texto apasionado en el que desconoce un motivo que justifique que lo mejor que posee en su vida no sea plasmado en un diario o tratado como tema en la radio. Él escribe a corazón abierto todo lo que siente. Al cabo de media hora ya había terminado su escrito. Se sentía tan orgulloso de su obra que se la enviaría a la única persona del exterior que conoce, Joaquin Sabina, sin ningún motivo particular. El cantante visitó la residencia hace ya algún tiempo y Paco lo recuerda vagamente.
El enamorado abandona su escritorio y golpea eufórico la puerta de su habitación. Al cabo de unos segundos abre la pequeña ventanilla por la que controlan a cada paciente uno de los guardias, esperando encontrarse una escena de locura violenta. En su lugar recibió una sonrisa y un saludo
vehemente por parte del paciente. Este le entrega la carta y se aleja. El guardia se despide, cierra la ventanilla y habla con Jimena, que había llegado en caso de que hiciera falta ayuda de algún tipo.
G.- Que raro que decida mandar una de sus innumerables cartas al fin, parece que está avanzando un poco.
J.- Quizás sea por el cambio de dosis en su medicación. Espero que algún día deje de inventarse programas de radio o leer hojas en blanco y pensar que contienen noticias.
G.- Ojalá. Es un tío guay, sacando su trastorno.
J.- La carta está dirigida a Sabina, parece que nuestro flamante escritor apunta alto.
G.- Ya sabes que nos va a volver a visitar dentro de poco ¿Verdad? Viene a ver a su pariente
J.- Sí, por eso es que no voy a abrir esta carta y se la entregaré personalmente para que él haga lo que quiera.
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