Mandame un Email







Hacía seis meses que te habías ido. Seis meses de esperar que se hicieran las seis de la tarde para ver que tu avatar pasaba del rojo al verde. Pero al final era como si nada hubiese cambiado: seguíamos hablando de los mismos temas, haciendo los mismos chistes tontos (casi siempre míos, porque vos siempre fuiste la más seria), las mismas palabras de amor.
Empezamos a fantasear con la posibilidad de que yo fuera a visitarte. Para poder juntar el dinero que iba a necesitar para el pasaje (vos me habías ofrecido tu cama, obvio), conseguí trabajo en la librería a la que nos encantaba ir. Lo que no sabíamos, lo que no podíamos saber, era que nuestra rutina iba a cambiar: yo entraba a trabajar justo cuando vos salías, y empezamos a coincidir cada vez menos. “Todas las tardes” se fue convirtiendo, de a poco, en “día por medio” o “sábado a la noche”, hasta terminar en “Cuando tenga tiempo”.

Hace dos semanas que recibí tu último mail. Ya no mandabas parrafadas como antes: en un par de líneas, bastante escuetas, me contabas que estabas bien, que te habían aceptado en el casting del cuerpo de danza... Es cierto que yo tampoco escribía tanto como antes. Entre el laburo, la facultad y demases casi no tenía tiempo ni de sentarme. Tu último mail terminaba contándome que habías conocido a un chico de la misma compañía de baile, que era muy lindo y que te había invitado a salir. Estaba por contestarte, pero un mensaje de voz de Malena me hizo darme cuenta de que, en realidad, no valía la pena. Al fin y al cabo, yo nunca te había hablado de ella. 

Santiago Richarte

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El Poder de los Medios

Lo que no dice el diario ni la radio...

Si el presente es de medios rotos, el futuro nunca va a ser nuestro.